ARPA ES EL CORAZÓN

El corazón es pura pulpa, de color rojo y late como un arpa. Tiene sus pulsaciones y tiene unas cuerdas y unos dedos que las tocan. Bajo una corriente roja ruge cada que le llega la sangre. Si alguien llega y se recuesta encima del pecho que lo guarda, se calma o se agita según lo sienta la partitura. Hay unas notas que se exaltan y salen del pentagrama si el humor que la impulsa es fuerte y caliente.
Sí. El corazón tiene forma de arpa pero el sonido que brota de sus cuerdas solo las oye quien lo guarda todos los días y quien se arrima lo suficiente para sentir que la pulsación la envía quien la inspira desde afuera.
Como toda arpa solo produce música, solo se eleva, cimbra o hunde sus notas en la tristeza o la alegría si alguien desde fuera de ella le pulsa sus finas cuerdas. Ah, el arpa no tiene sino su pecho, sus cuerdas y su cavidad o recinto donde guarda sus melodías. Hace falta que alguien desde su exterior toque a su puerta para dialogar con su interlocutor que lo porta.
Que mi amado es para mí, y yo soy para mi amado, susurró dentro de sí Teresa de Cepeda y Ahumada en un rapto de emoción cuando concibió su poema. Algo en el pecho sonaba y trinaba más que un pajarillo: era un arpa como la que cargaba David con su carcaj. Y su sonido fue tan agudo y vehemente que no resistió su energía y cayó sumida en un vahído al que se ha llamado un éxtasis.
Cuando algo nos causa gusto o disgusto, alegría o tranquilidad, las cuerdas alistan su alma para saltar, pausar o se ponen a descansar. El arpa dormita o se queda con los oídos en vilo. Sus cuerdas se distienden y esperan nueva orden que las ponga en movimiento. El corazón está en reposo y el pecho marcha lento. El arpa, como dice el poeta, está en un ángulo oscuro y parece cubierta de polvo. Muchas notas están durmiendo, solo esperan una orden que las llame y las arranque de su mutismo.
El corazón sabe cuándo y quién arrancará esas notas. Como si viera y oyera y sintiera su olor y pasos, intuye cuando entra quien sabe pulsarla y despertarla de su letargo. Se iluminará el salón y las cuerdas saltarán de pronto. La melodía caminará por las cuerdas y el pecho se henchirá de gozo. El arpa notará la presencia de quien sabe sacar de sus hilos la canción que siempre supo agradar a su dueño.
Arpa es el corazón y suena al compás de los sentimientos. ¿Cuántas veces el arpa ha llorado y no ha contenido el llanto, cuántas bailado de alegría y cuántas ha callado triste? Por sus cuerdas han corrido las horas dóciles, prestas para dulcificar las piedras y el alma encogida para servir de testigo mudo en traiciones y despedidas.
21-10-17 7:44 p.m.