¿CUÁNTOS RÍOS QUEDAN EN COLOMBIA?

¿CUÁNTOS RÍOS QUEDAN EN COLOMBIA?

No es el caso contestar a la pregunta. Es tener consciencia sobre la cantidad de agua que tenemos en Colombia. Y preguntarnos, a continuación, cómo están, cómo han sobrevivido y qué haremos para que no desaparezcan los ríos como los abuelos o los animales salvajes, entre la maleza o como un mueble carcomido.
Tener 190 ríos contados, – porque hay más -, es una suma aceptable. Quisiera estar seguro de que es baja la cifra. Para la extensión de nuestro territorio, para alimentar y regar toda la selva que vemos en enciclopedias y libros de geografía, es una cifra exigua. Y saber que hay solo 40 que han sido reseñados. Y los autores de la reseña periodística hablan de ríos desparecidos. Parece un cuento de susto o de fantasmas.
Para que muera un ser humano, perteneciente a una familia o que puede ser asistido por varias familias en casos determinados, se explica si es por edad o enfermedad muy grave. ¿Lo mismo ocurrirá por la desaparición de un río?
¿Se enferman los ríos, por barba larga, por mucha sed en tiempos de sequía, porque le quitan la única cobija con que se tapaba el cuerpo todas las noches o porque lo exprimen como un trapo con procedimientos industriales? Por qué un río que estaba ahí, en nuestro pueblo, en nuestra vereda, a nuestro paso, no aparece cuando volvemos después de 20 años? ¿Un río muere de viejo o los ríos nunca mueren si no se les mata o se les saca de la casa donde siempre vivieron?
En un texto periodístico sobre las Rutas del Conflicto sus autores hablan de la vida y de la muerte de los ríos como se habla de lo que ocurre con los muertos del conflicto colombiano. Sí. Reciben el tratamiento y se ven como unas víctimas más de nuestra tragedia social. Son otros desaparecidos o víctimas más.
¡Quién defenderá los ríos!, piensa otra vez alguien. Los ríos son como personas indefensas, como niños largos y descoloridos. Van por sus cauces, cantando y saltando por entre las piedras. Inocentes de las trampas, de las quemas, de que les quitan a lado y lado los habitantes que los cuidan y necesitan. Los árboles, entre las vegas verdes que recogen la humedad y frenan el calor y los rayos del sol.
¿Y quién defenderá a los árboles, – nuestros hermanos mayores – que nos vieron nacer y nos arrullaron con su rumor y su aroma? Van talando, van cortando, van echándolos a los dobletroques a rodar por las carreteras hacia las papeleras. Y las selvas van muriendo y van quedando calvas, sin verdor, sin donde albergar los nidos ni darle cobijo a pájaros y micos.
Ahh, nuestra vida son los ríos, sus aguas que nos calman la sed y nos purifican, nos lavan la ciudad, se llevan en su seno las impurezas y los hedores. «Los ríos que van a se acabar y consumir», dijo Jorge Manrique.
16-05-18 4:26 p.m.
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