El éxodo que duele en el alma

Antes que disminuir, siguen creciendo las cifras de colombianos que emigran a otros países.
La maleta, un pasaporte y el nudo en la garganta. Esa es la postal recurrente que deja el incremento incesante de la migración en Colombia, un fenómeno que lejos de ser una simple estadística, es la suma de historias de desarraigo, dolor y, en no pocas ocasiones, desilusión. Las cifras de este 2025 no dan tregua: según los registros de Migración Colombia, más de 250.000 colombianos han salido del país con la intención de no volver en el corto plazo, una cifra que crece con cada mes que pasa.
Son jóvenes, profesionales, familias enteras. Huyen de la incertidumbre económica de la que hablan los medios convencionales, de la violencia que persiste en algunas regiones, o simplemente buscan ese «futuro mejor» que en su tierra natal sienten esquivo. Los destinos se han diversificado, aunque Estados Unidos, España, Canadá y Chile siguen a la cabeza de la lista, como principales receptores de este éxodo.
Detrás de cada pasaporte sellado, queda una familia incompleta. Abuelos que se despiden de sus nietos con un «hasta pronto» que bien podría ser un «adiós». Madres que ven partir a sus hijos con la esperanza de que encuentren lo que aquí no pudieron, pero con el corazón encogido por la distancia. Es un dolor silencioso, un vacío en la mesa de Navidad, en los cumpleaños, en las celebraciones familiares.
Y luego está el reverso de la moneda, la cruda realidad que aguarda al otro lado del océano. Los sueños se estrellan contra la barrera del idioma, la validación de títulos que nunca llega y la sobrecalificación para empleos que no corresponden con la experiencia. Muchos se encuentran con un paisaje de soledad y la carga de trabajos extenuantes para enviar remesas. El «sueño americano», el «sueño europeo», se desvanece y se transforma en una lucha diaria por sobrevivir, con la nostalgia como compañera perpetua.
Este éxodo silencioso es una herida abierta en el corazón de Colombia. Nos obliga a reflexionar sobre qué estamos haciendo como sociedad para retener nuestro talento, nuestra gente. Es una crónica de despedidas, de maletas llenas de sueños y de corazones vacíos que se quedan esperando un regreso que, a veces, tarda años, o simplemente, nunca ocurre.
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