Estamos con Venezuela, víctima de un agresivo imperialismo intervencionista


Hay una reconfiguración del modo cómo funciona el imperialismo en el Siglo XXI, bajo la egida de la cuasi dictadura neofascista de Trump en los Estados Unidos. La dictadura de las órdenes ejecutivas que van eliminando derechos y garantías sociales y políticas. La dictadura de las deportaciones, de los aranceles asfixiantes, del desconocimiento de las normas del derecho internacional a raja tabla.
El imperialismo de Trump es el del asalto o el manotazo territorial (Panamá, Alaska, Canadá, México, Colombia), el del extractivismo imparable y la búsqueda incesante de minerales y tierras raras (Litio, Coltan y un largo etcétera), las nuevas materias primas de la infraestructura tecnológica y del tecno feudalismo de la Inteligencia artificial.
Por supuesto, es el mismo imperialismo del capital financiero, el de las cañoneras, las invasiones, los golpes de Estado, la guerra de agresión, y la implantación de dictaduras sangrientas, satélites del pentágono y de las multinacionales petroleras, de los fármacos, de los alimentos; pero es también, hoy, el poder omnímodo global de las grandes empresas tecnológicas que dominan las redes y los sistemas de comunicación. Es el imperialismo de la campaña neonazi de exterminio del pueblo palestino, de la guerra en la franja de Gaza y en el Medio Oriente. Es el imperialismo de las guerras y también el de las revoluciones populares como expresión de la resistencia contra este monstruo en decadencia letal.
Los pueblos, las organizaciones populares, los sindicatos, los partidos de izquierda, los líderes sociales (ambientales, de la paz, femeninos, juveniles, indígenas afros) y los gobiernos de estirpe popular, tienen que regresar a toda la elaboración teórica marxista, leninista y revolucionaria sobre esta manifestación del capitalismo en su fase mas feroz y sangrienta. Tal regreso con un fin muy concreto: organizar la resistencia, planificar la movilización de los pueblos e impulsar los procesos revolucionarios que lleven a un cambio profundo de la dictadura del capital en todas sus manifestaciones.
Me refiero a textos tan importantes como el de Rudolf Hilferding, quien en «El Capital Financiero» (1910), analizó el imperialismo como una fase superior del capitalismo caracterizada por la concentración del capital, el surgimiento de monopolios y la exportación de capital a países menos desarrollados para obtener mayores beneficios. Teoría con una importante influencia en la comprensión del imperialismo, especialmente en la obra de Lenin «El Imperialismo, fase superior del capitalismo», en la que retomó y expandió las ideas de Hilferding, enfatizando la importancia de la exportación de capital y la lucha por el reparto del mundo entre las potencias imperialistas.
Hay que seguir lo que, en nuestro caso, ha sido el dominio imperialista norteamericano sobre América Latina desde mediados del siglo XIX; el intervencionismo en Centro América y el Caribe; la prolongada agresión a la revolución cubana; el pentagonismo de las cañoneras en República Dominicana; el golpismo de las dictaduras militares; el saqueo de los recursos naturales y mineros.
Hoy, la república bolivariana de Venezuela, el gobierno legítimo del presidente Nicolás Maduro esta abocado a una situación bastante complicada y explosiva por las implicaciones de tal hecho, por sus repercusiones en toda la región.
El gobierno del señor Trump y de su Secretario Rubio, jefe de la seguridad y los servicios de inteligencia de ese Estado, ha puesto a rodar una operación militar contra el gobierno soberano de Venezuela, con el pretexto de un nuevo capítulo de la “guerra contra las drogas”, pero que en verdad es un plan para asaltar la enorme riqueza petrolera de dicha nación. Se trata de un acontecimiento histórico aberrante y demencial a estas alturas de la historia de la civilización humana.
En efecto, desde el 9 de agosto está en curso un ejercicio militar estratégico del Comando sur de los Estados Unidos en la parte meridional del Mar Caribe, frente a las Costas de Venezuela y Colombia. Ejercicio que incluye el siguiente dispositivo bélico:
Primero. Tres destructores estadounidenses con misiles guiados Aegis. Se trata de los buques USS Gravely, USS Jason Dunham y USS Sampson que encabezan la misión. Es un complejo de radares y misiles guiados diseñado para detectar y neutralizar amenazas aéreas y navales. Estas embarcaciones forman parte de la clase Arleigh Burke, caracterizadas por su capacidad de defensa antiaérea, antisubmarina y de ataque contra blancos en superficie.
Se trata de máquinas de guerra navales que pueden utilizarse no sólo para llevar a cabo operaciones de inteligencia y vigilancia, sino también como plataforma de lanzamiento para ataques militares selectivos si así lo decide Trump. Al posicionarse próximos a las costas de Venezuela, ubica el país en un claro objetivo militar.
Son buques de guerra diseñados para escenarios de confrontación estratégica más que para labores policiales.
Segundo. El despliegue involucrará a cerca de 4.700 marines o infantes de marina, como parte de un reposicionamiento del Comando Sur ubicado en la Florida.
Tercero. Un submarino de ataque nuclear y aviones de reconocimiento P8 Poseidón.
Cuarto. El portahelicópteros USS Iwo Jima, el Grupo Anfibio Listo con el USS Fort Lauderdale y el USS San Antonio, junto a un crucero de misiles guiados.
la orden ejecutiva de Trump habilita operaciones militares directas.
La operación, que podría durar meses, se desarrollará en aguas y cielos internacionales.
Y por las noticias recientes, en las aguas continentales del Estado venezolano.
Este despliegue militar, presentado como una supuesta «lucha contra los cárteles», es en realidad una proyección de poder estadounidense con fines políticos más amplios; lo que se pretende es asegurar los intereses geopolíticos y militares del imperialismo estadounidense en la región; abre la puerta a un mayor sometimiento regional e intervenciones armadas del imperialismo en nuestra región.
Los ejercicios militares frente a Venezuela, marcan un cambio cualitativo en la estrategia del imperialismo, implica el salto de la delegación del ejercicio represivo a ejércitos y policías locales, en la dirección de la colocación de buques de guerra, aeronaves y tropas extranjeras en áreas de vanguardia.
Un paso que busca afianzar una hegemonía en declive y bloquear cualquier política independiente o influencia de potencias rivales, reactualizando la doctrina del “patio trasero” mediante procedimientos de intervención directa.
En un escenario de ascendiente inestabilidad y polarización política, confrontaciones geopolíticas con China y Rusia, el conato de levantamientos populares como los recientes en Panamá contra el gobierno de Mulino —rechazando la política de Estados Unidos de hacerse del Canal de Panamá—, y la respuesta mundial de movilizaciones por Palestina, el Pentágono escoge proyectar directamente su poder militar para asegurar el control sobre rutas comerciales, energéticas y estratégicas, enviando un mensaje de disciplinamiento a toda Suramérica.
Lo que queda claro en todo este escenario bélico es que para el señor Trump la prioridad es la subordinación absoluta a su agenda de seguridad y control regional. Algo que bien caracteriza a casi todos los gobiernos suramericanos supeditados al poder de Washington
En esos términos la maniobra del sur del Caribe es claramente un instrumento de acción directa y descarada contra varios países; directamente golpista hacia Venezuela, por cuyo presidente se ofrece por la Fiscal gringa una recompensa de 50 millones de dólares; pero con consecuencias mucho más amplias: es un mensaje de dominación hacia toda América Latina. Acá el objetico es esencialmente político: precipitar el desgaste y el desplome del gobierno del presidente Maduro, imponiendo un cambio de régimen funcional a los intereses de imperialistas de los gringos.
Lo que pretenden es asegurarse no solo la subordinación de gobiernos y castas locales, sino también perfilar consensos y validar estructuras de poder que le den soporte a su dominio económico y estratégico.
Lo que se busca es mantener la sujetacion de los gobiernos, presionar a los que no se alinean y, sobre todo, reforzar su posición frente a otras potencias como China o Rusia, que han incrementado su influencia económica y militar en América Latina.
En todo caso, los pueblos del Caribe, de Centroamérica y Sudamérica ya conocemos lo que significan estas operaciones: bases militares (9 en Colombia), represión y violencia contra movimientos sociales y de izquierda, violaciones de soberanía, militarización de territorios indígenas y campesinos, criminalización de la protesta y sometimiento de gobiernos enteros a los designios de la Casa Blanca.
En un escenario global coyuntural en que es evidente el debilitamiento de la supremacía estadounidense y la reyerta estratégica con China, Washington busca recuperar su control hemisférico sumando presiones militares, económicas y diplomáticas —el rol del Estado israelí y sus redes empresariales transnacionales hacen parte de la geografía global imperialista, con abultadas inversiones en minería, tecnología y agroindustria en América Latina, buscando asegurar su posición en la región y validando su régimen mediante alianzas con gobiernos subordinados—. El trumpismo expresa con mayor crudeza esta orientación —aranceles punitivos, chantajes migratorios, amenazas de sanciones y “extraterritorialidad” policial—, pero la tendencia va más allá los vaivenes electorales y se avanza con variantes bipartidistas, pues los demócratas la recubren de “multilateralismo” y retórica de derechos humanos para asegurar sanciones, “cooperación” militar, condicionalidades financieras (FMI/BID), instrumento de aplicación del T‑MEC y aumento del control migratorio; del otro lado la facción de los republicanos privilegia la confrontación abierta —con aranceles generalizados, designaciones y amenazas de “narcoterrorismo”, guerra comercial con China—. En los dos casos, se mantiene un diseño de presión sobre cadenas de valor (nearshoring/CHIPS‑IRA), securitización fronteriza y persecución política de la disidencia, mientras la subordinación estratégica de la región al capital transnacional y al Departamento de Estado se prolonga con regímenes de excepción, extractivismo y endeudamiento.
Tremendo desafío para nuestros pueblos el que plantea este capítulo de agresión a la hermana república de Venezuela y al gobierno del presidente Maduro, que ha mostrado toda la valentía para hacer frente a este descarado plan golpista.
Estamos con Venezuela y su gobierno revolucionario. Hay que impulsar la movilización popular antiimperialista y enfrentar con todas las armas a la mano, como lo ha hecho la revolución cubana esta decadente máquina de guerra.
Imagen generada con IA.